Se dice de la gota que es una enfermedad de reyes, se produce por el aumento del ácido úrico en la sangre, éste se deposita en las articulaciones en forma de cristales. En la historia hay muchos varones ilustres que padecieron gota, los más conocidos Carlos V y Felipe II.
Sobre Carlos V se han escrito un sinfín de páginas de sus últimos días en el Monasterio de Yuste y cómo fue determinante su retiro en una salud ya deteriorada de antaño.
El 3 de febrero de 1557 se desplaza con un cortejo de 51 sirvientes desde el pueblo de Jarandilla de la Vera, pasando por Aldeanueva de la Vera, Cuacos de Yuste y finalmente llegó al Monasterio de Yuste. Es transportado en una silla de mano o litera a hombros de sus sirvientes porque en caballería se hacía insufrible el desplazamiento. ¿Por qué?, pues bien, como hemos dicho, padecía una enfermedad aguda y muy dolorosa, la gota. Depara a nivel de las articulaciones una inflamación importante, y las primeras que se afectan son el dedo gordo del pie, el tobillo y la rodilla. Imaginemos los estragos de un dedo del pie inflamado dentro de un estribo cuando el simple roce, origina un dolor insoportable. Por tanto el montar a caballo en estas circunstancias era una temeridad.
El palacete que se diseñó para el Emperador en Yuste era de traza Renacentista, italiana, adosado al muro de la iglesia, con una rampa que abarca el desnivel entre el suelo y la segunda planta, donde tenía sus aposentos. La rampa cumplía la función de facilitar el ascenso, casi siempre en litera pues ya hemos mencionado las dificultades. Esto hizo que el Emperador se desprendiera de casi todas sus cabalgaduras, excepción de una jaquilla. Cuenta fray Martín de Angulo que una vez intentó subirse y cabalgar que: “al punto lo pasó mal y pidió auxilio”.
El consumo exagerado de embutidos, achuras y carnes rojas y estilos de vida poco saludable desencadenan las reagudizaciones. En el caso del Emperador además se potenció la gota con las ansias de comer y beber a todas horas como nos relata Luis Quijada, (su mayordomo) haciéndonos sospechar un cuadro de diabetes. La diabetes y la gota se favorecen y la una hace inevitable la cura de la otra.
Aunque la gota martiriza, la gota no mata. La muerte del Emperador fue por otro cúmulo de circunstancias añadidas.